El fujimorismo, esa tribu de mitómanos, ese clan con olfato de labrador y astucia de Al Capone, pretende gobernar, una vez más, nuestro país. Este país que hace 15 años ha emprendido un largo y complicado camino por recuperar y fortalecer, día a día, aquella anhelada democracia, esa que fue pisoteada por dos compadres que siguen amándose tras las rejas.  

Por ser joven, la mayoría de veces, las críticas de los fundamentalistas naranjas, cargadas de toda la prepotencia y soberbia heredada del tio Vlady, descalificaban (y mofaban) mi profundo rechazo a esa agrupación de personajes afines a la avaricia, teniendo como único argumento el “tú ni siquiera naciste cuando vivíamos las épocas del terror”. Puedo entender que muchas veces el fanatismo te lleve a un estado de idiotez absoluta, pero pretender descalificar que jóvenes lleguen a conclusiones en base a la historia, es básicamente negar dicha ciencia. Aunque si nos detenemos un poco, precisamente una de las herramientas más destructivas del “Chino”, fue someter todo tipo de educación a su poder, manipulando y utilizándola a su vil antojo, convirtiéndola en aquella amnesia colectiva que tanto necesitaba.

Cuando Keiko Fujimori se presentó en Harvard trató de vender una nueva careta. Más conciliadora, progresista y hasta –ridículamente- izquierdista. A favor de la unión civil y en pro de un diálogo por implementar el aborto por violación, presentó una especie de imagen que al menos llamaba la atención. Sumado a ello, el esconder en un closet a un Aguinaga, una Cuculiza y una Martha Chavez (qué paradójico, la más homofóbica del fujimorismo encerrada en uno, LITERAL), hacía parecer su ánimo por renovar con nuevos compinches su banda. Sin embargo, lo único que cambió fueron los insumos visibles de su clan, el hedor siguió siendo el mismo. 

Hoy tenemos a un Joaquín Ramírez investigado por lavado de activos, aunque por el momento se ha ido a inhalar aires de esperanza, deseando la victoria de su lideresa, para regresar más duro que nunca y stonearse de poder; y tenemos a un Chlimper (chau cts, chau) acusado de manipular unos audios, al mismo estilo de la prensa chicha noventera. Ello, solo refleja que siguen siendo lo mismo. Aunque… ¡No!, me retracto. Añado la cereza de este pastel con sabor a cocaína: que Keiko Sofia haya utilizado a sus hijas, a su maternidad (esa que se les arrebató a miles de mujeres esterilizadas involuntariamente por su padre) como medio de defensa, nos evidencia lo peor que es y  hasta dónde podría llegar.

Por eso, este domingo no solo nos jugamos nuestros bolsillos con lo que sería un típico gobierno clientelista, populista, asistencialista, y todo lo que termine en ista; nos jugamos nuestros sueños, nuestras esperanzas por ser un país igualitario, un país con oportunidades, un país con chamba y no migajas de donaciones; este domingo debemos decir no a ese clan hampesco que pretende hacer de nuestro país, su caja chica. Por ti, por tus hijos, por nosotros, por nuestro futuro, por dignidad: Fujimorismo nunca más.